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El Festival Llanero no es un capricho: es un motor económico para la ciudad

Columna de opinión | Por Carlos Hernández, director de www.region365.com

Algunos medios y actores políticos, que se declaran “preocupados” por la ciudad, han puesto su atención en el alcalde Alexander Baquero tras el anuncio de que mantendrá en la agenda municipal la realización del Festival Llanero de Villavicencio. Sus críticas apuntan a que los recursos previstos para el festival deberían destinarse a rubros “más necesarios”. Pero esa lectura desconoce dos hechos básicos: el festival fue creado mediante un acuerdo municipal y, además, constituye una herramienta de dinamización económica local. 

El Festival Llanero nació por mandato del Concejo, recogido en el Acuerdo 162 de 2012. Con la llegada de la actual administración y atendiendo solicitudes de los gremios, el Concejo aprobó la modificación que fijó la fecha en el puente del Día de la Raza (Acuerdo 027 de 2024). Ese traslado no fue una ocurrencia administrativa sino una decisión normativa respaldada por el cuerpo legislativo municipal. 

Además, la propia administración local y los gremios han resaltado el impacto del festival sobre la economía de Villavicencio: hoteles, restaurantes, vendedores informales, emprendedores y servicios se benefician de una temporada de alta demanda que, en muchos casos, representa ingresos decisivos para familias enteras. En años recientes las autoridades han señalado la reactivación que genera el evento en sectores que suelen verse golpeados por la estacionalidad. 

En lo presupuestal, existen partidas y mecanismos (cultura y turismo, y aportes del sector privado) destinados explícitamente a la realización del festival; no se trata de fondos que puedan reasignarse sin cumplir marcos legales y administrativos. La discusión sobre prioridades debe hacerse con base en información pública y en propuestas alternativas viables, no en juicios simplistas.

Por último, nadie niega la gravedad de problemas estructurales como la crisis del agua. Llevar esa agenda no es incompatible con preservar eventos que fortalecen la economía local y la identidad cultural. Si el ejercicio del “control ciudadano” se reduce a titulares furibundos y memoria selectiva, perdemos la oportunidad de ser propositivos: quienes cuestionan deberían proponer rutas de financiación alternativas y supervisión efectiva, en lugar de limitarse a la crítica estéril.

La política buena exige memoria completa, rigurosidad y propuestas. Exigir responsabilidad es legítimo; insultar la institucionalidad o transformar la crítica en espectáculo (con campañas que confunden a la ciudadanía) no lo es. Si de verdad interesa el bienestar de Villavicencio, el debate debe ser serio, informado y orientado a soluciones.

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