La carretera Bogotá–Villavicencio, principal conexión entre la capital del país y los Llanos Orientales, atraviesa una nueva crisis tras el deslizamiento en el kilómetro 18 de Chipaque, registrado el pasado 7 de septiembre de 2025. El cierre total del corredor, considerado uno de los más costosos y estratégicos de Colombia, ha generado millonarias pérdidas económicas y fuertes críticas a la gestión de la concesión.
De acuerdo con estimaciones de gremios del transporte, las pérdidas diarias rondan los 2.400 millones de pesos, mientras que las cámaras de comercio y autoridades regionales calculan un impacto superior a los 50.000 millones de pesos por día, al sumar turismo, comercio, ganadería y afectaciones en la cadena de abastecimiento.Aunque Coviandina, concesionaria a cargo de la vía, habilitó de forma parcial un tramo de la antigua carretera, la medida no ha evitado el colapso logístico ni las pérdidas millonarias para el sector productivo.
Los cierres que han marcado la historia
La Vía al Llano ha estado en el centro de la polémica durante los últimos años por sus constantes cierres y emergencias:
- Enero de 2018 – Colapso del puente Chirajara: un error estructural en la obra dejó víctimas mortales y obligó a un cierre parcial para rescate, demolición y reconstrucción, con retrasos y sobrecostos millonarios.
- Junio de 2019 – Derrumbes en el km 58 (Guayabetal): la inestabilidad geológica llevó a cierres prolongados durante semanas. Comerciantes y transportadores reportaron pérdidas cercanas a 50.000 millones de pesos diarios.
- 2023 – 33 días de cierres acumulados: derrumbes y lluvias interrumpieron el tránsito por más de un mes, con pérdidas estimadas en 1,5 billones de pesos.
- Septiembre de 2025 – Deslizamiento en Chipaque: el cierre más reciente, que ya supera una semana, ha evidenciado nuevamente la vulnerabilidad del corredor y el impacto en sectores como turismo, comercio y ganadería.
Inversiones y deudas pendientes
En el marco de la concesión 4G Chirajara–Fundadores, el Estado ha destinado millonarios recursos en túneles, puentes y dobles calzadas. Sin embargo, persisten puntos críticos donde la inestabilidad geológica sigue poniendo en riesgo la movilidad.
A ello se suma la polémica por el costo de los peajes de la Vía al Llano, considerados entre los más altos del país. En estaciones como Pipiral y Boquerón, las tarifas superan a las de corredores de similar extensión, lo que genera malestar entre transportadores y usuarios que deben pagar elevados costos por una carretera que continúa siendo inestable.
Impacto regional
Cada cierre de la Bogotá–Villavicencio impacta directamente a la economía: se encarecen los alimentos que llegan a la capital, el turismo en el Meta pierde miles de millones en reservas canceladas, la ganadería y agricultura enfrentan retrasos en transporte de productos y el abastecimiento de combustibles se encarece, afectando la logística regional.
Mientras los gremios exigen soluciones estructurales, las comunidades llaneras cuestionan que la vía más costosa del país siga dependiendo de medidas temporales y parches de emergencia. El futuro del corredor vial más importante de los Llanos Orientales plantea más dudas que respuestas.
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