Colombia está atravesando una transformación demográfica acelerada. En 2024, el país registró una caída del 13,7 % en el número de nacimientos, sumando una reducción del 31 % desde los niveles previos a la pandemia. Este fenómeno, que también se observa en otras economías emergentes de la región, se ha manifestado con mayor fuerza en el país.
Actualmente, el país tiene una edad mediana de 32 años y un 9 % de su población supera los 65 años, en línea con el promedio global. Aunque sigue siendo una población relativamente joven, el escenario podría cambiar drásticamente en las próximas décadas.
Según proyecciones del DANE, la edad promedio en Colombia aumentará 12 años en apenas 30 años, un proceso que en otras naciones tomó más de siete décadas. De mantenerse este ritmo, el país podría enfrentar un envejecimiento poblacional similar al de Japón, considerado uno de los más acelerados del mundo.
El economista César Pabón, director de Corficolombiana, advirtió en entrevista con Mañanas Blu que el país podría convertirse en uno de los más envejecidos del planeta, si no se toman medidas a tiempo.
“Hay que volver a abrir la conversación sobre el sistema de pensiones. Es urgente aumentar la edad de jubilación y crear mecanismos de financiamiento que acompañen el proceso. Hoy en día, una persona de 35 años sigue siendo muy productiva”, afirmó.
Además, Pabón señaló que esta transformación abre espacio para nuevos modelos de negocio, centrados en las necesidades de los adultos mayores.
Entre las oportunidades que podrían surgir destacan:
1. Vivienda para adultos mayores, con diseños unipersonales, en arriendo y con condiciones de accesibilidad.
2. Turismo sénior, especialmente proveniente de la Unión Europea y países desarrollados, que podría impulsar la economía colombiana gracias a su diversidad natural y cultural.
3. Atención en salud básica, con alta demanda de servicios de enfermería para cuidados no especializados, como ha ocurrido en países desarrollados.
La transformación demográfica que vive Colombia exige un rediseño de su visión económica, social y laboral. Prepararse desde ya podría marcar la diferencia entre un país vulnerable ante su envejecimiento o uno que aprovecha esta nueva realidad para impulsar su desarrollo.
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